Dios puede hacer lo que le plazca sin
consultarle a nadie. Y mucho menos a un sencillo mortal.
Pero Dios insiste en
que no puede hacerlo, o por lo menos no quie-re, encubriéndole el plan a Abraham.
El Omnipotente toma como
una deslealtad hacer lo que dispuso sin por lo menos comunicarle antes la
decisión a su amigo!
Oíste eso?
A
su amigo.
No continúes leyendo sin hacer una
pausa. Tómate unos minutos para digerir lo que acabo de decirte.
No se trata de Dios consultándole a
su Unigénito Hijo, no en esta ocasión.
Tampoco considera platicar el tema
con los ángeles. O pedirle una opinión alternativa a un asesor de
Logística
celestial.
Dios quiere consultar el tema con un
mortal.
Lo Divino estrechando opiniones con
un diminuto hombre.
El Creador tratando un tema
coyuntural con su propia creación.
La
naturaleza de Dios hace que no pueda pasar por alto la maldad de dos ciudades
que han cometido
inmoralidad e injusticia. El puede sencillamente bajar su
'pulgar y pulverizarlos, y nadie, absolutamente
nadie, se atrevería a
reprocharle nada. Pero Él insiste en dialogar sobre el tema con el patriarca,
en
Intercambiar opinión.
Dios necesita contarle a su amigo acerca de los planes sobre Sodoma. Quiere hacerle un lugar en los gran-des temas del Reino, pero sabe que Abraham espera un aumento de salario en su vida.
El patriarca quiere un hijo. Un hijo que le prometieron y que espera cada día, cada amanecer de su vida, desde hace años.
Y Dios, estimado amigo, no es un señor feudal ego-ísta que querrá que le sirvas ignorando que te faltan algunos detalles para ser feliz.
Dios no te enviará a la mies sabiendo que hace años esperas que ese hijo salga de las drogas.
Que ese esposo vuelva a sentir aquel amor del pasado. Que consigas el empleo soñado.
Que otra vez seas correspondido en el amor. Que tu padre vuelva a confiar en ti.
Que esa intrusa enfermedad deje de ocupar una silla en la mesa familiar.
En la Gran Empresa del Señor, todos deben involucrarse en los asuntos del Reino, una vez que quiten la arena de sus zapatos.
Y de ser necesario, un mediodía de verano, en un aburrido domingo, quizás Dios tenga que aparecer en el horizonte de tu alma y venir a almorzar a tu casa, sin que siquiera lo hayas invitado.
Es que también para ti llegará el momento en el que alguien logrará verte por primera vez.
El patriarca quiere un hijo. Un hijo que le prometieron y que espera cada día, cada amanecer de su vida, desde hace años.
Y Dios, estimado amigo, no es un señor feudal ego-ísta que querrá que le sirvas ignorando que te faltan algunos detalles para ser feliz.
Dios no te enviará a la mies sabiendo que hace años esperas que ese hijo salga de las drogas.
Que ese esposo vuelva a sentir aquel amor del pasado. Que consigas el empleo soñado.
Que otra vez seas correspondido en el amor. Que tu padre vuelva a confiar en ti.
Que esa intrusa enfermedad deje de ocupar una silla en la mesa familiar.
En la Gran Empresa del Señor, todos deben involucrarse en los asuntos del Reino, una vez que quiten la arena de sus zapatos.
Y de ser necesario, un mediodía de verano, en un aburrido domingo, quizás Dios tenga que aparecer en el horizonte de tu alma y venir a almorzar a tu casa, sin que siquiera lo hayas invitado.
Es que también para ti llegará el momento en el que alguien logrará verte por primera vez.
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